Al aplicar el método Ontología del Movimiento en Coaching nos preguntamos determinadas cosas a la hora de pensar la estructura interna de una sesión: ¿Es igual la atmósfera emocional de una sesión en su inicio que en el final? ¿Las emociones son tan intensas en el momento más importante de la conversación como cuando el coacheé está por irse? ¿Los rescates verbales que haces difieren según el grado de la evolución personal de tu coacheé, o son iguales para uno que para otro? ¿Realizas el mismo tipo de intervenciones “poderosas” con un cliente que recién empieza su proceso, que con alguien que ya lleva varias sesiones?
Así sucede más a menudo de lo que te podrías imaginar. Tener distinciones sobre ritmo y orden de intervenciones contribuye con el éxito o el fracaso del proceso con tu cliente.
No podemos hacer las mismas preguntas sin tener en cuenta qué tipo de perfil de personalidad tiene nuestro coacheé; tampoco podemos hacerlas sin tener en cuenta en qué etapa del proceso está.
Las preguntas poderosas se las podemos hacer a alguien que tiene capacidad para sostenerlas; de lo contrario estamos movilizando su interioridad sin la suficiente responsabilidad, apoyándonos más en el ego del coach (¡“Qué buenas preguntas hago!”) que en el efecto en la persona.
Elegir cuándo hacer preguntas poderosas, forma parte de una estrategia que debemos tener como coaches. A veces son preguntas para mover estructuras, a veces son preguntas para reforzar la poca estructura que hay en el cliente. Hay que tener en cuenta que no toda la gente que acude a coaching está parada en sí misma con igual solidez y grado de trabajo sobre sí.
Más allá de la técnica, escuela o abordaje, con los años de práctica como coach fui descubriendo, sistematizando y aplicando cierto orden en las sesiones. Facilita que vayan sucediendo en el momento adecuado diferentes acciones e intervenciones por parte del coach.
No podemos hacer las mismas preguntas al principio, en el medio o al final de una sesión. Las emociones en el coacheé son diferentes; por lo tanto, el impacto y su efecto de sentido también.
En estos años me he encontrado con coaches que no tienen muy claro qué tipo de preguntas hacer según el momento. El objetivo debe ser que nuestro cliente no solamente disuelva el quiebre, sino que se vaya “armado” al terminar la sesión, y no hecho un ramillete de emociones abiertas.
Las dinámicas -así como las conversaciones- movilizan emociones que están más conectadas con el cerebro límbico (la amígdala). Cuando hacemos rescates verbales se compromete más la parte racional (el cerebro cognitivo, el neocórtex). Cuando está en primer plano lo racional, las emociones pasan a un segundo plano; es como si fuera una danza donde uno toma la delantera y, por lo tanto, los dos no pueden realizarlo al mismo tiempo.
La mayoría de las veces nuestro cliente comienza desde el cerebro racional. Es prudente que procuremos terminar también ahí, para “cerrar” y que no se vaya con las agitaciones a flor de piel. ¿Para qué momento dejamos entonces el predominio de trabajar, correr, mover lo emocional? Para todo lo que es el desarrollo de la sesión propiamente dicho.
Establezco diez pasos/momentos que conducen a un proceso de coaching vital y sólido:
- Crear alianza y “piso” de confianza. Escucha.
- Elaborar una hipótesis de articulación del quiebre.
- Mapear actitudes, emociones, movimientos y conversaciones.
- Elegir qué disciplina conviene según el coacheé.
- PRIMERA PASADA: Elegir una dinámica “A” para realizar.
- Rescate verbal.
- SEGUNDA PASADA: Elegir dinámica “B” a realizar en función del cambio de observador generado.
- Rescate verbal.
- Extrapolar a la vida cotidiana.
- Cierre desde lo verbal y cognitivo.
Estos diez momentos procuran un orden que, atendiendo por supuesto a las especificidades de cada cliente y situación, generan un sendero fluido. Ir de lo simple a lo complejo para volver a lo simple. Ir del lenguaje racional y concreto para ir al metafórico y luego volver para cerrar en el racional.
Dicho orden en la sesión, habilita a que el coacheé pueda finalizar el encuentro de una manera a la que llamo “irse con los botones abrochados”, es decir armado.
Una vez un maestro me dijo que es muy fácil soltar el hilo del barrilete, pero luego hay que saber traerlo de vuelta. Lo mismo aplica para las sesiones: puede ser sencillo crear un clima de profunda movilización emocional individual o grupal, pero así como abrimos, debemos ser responsables de cerrar. Los últimos quince minutos de una sesión son para eso.
No es aconsejable hacer dinámicas con fórceps, con tal de hacer todo lo que uno tenía planeado. Requiere también tener en cuenta si nuestro cliente todavía tiene lugar en su psiquis, o ya está “lleno de darse cuenta”. Cierto aturdimiento, ciertas micro-expresiones y comunicación no verbal definen cuando ya hemos preguntado suficiente.
Cada uno de los diez pasos que menciono tiene distinciones específicas y aprendizajes determinados para comprenderlos cabalmente. En este artículo me interesa que, como coach, conozcas formas exitosas de llevar la sesión y el proceso de coaching adelante.
¡Buen viaje Coach!
Artículo publicado en la revista Global Coaching Magazine
Lic. Andrea Gregoris Kamenszein, MCOP
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